Entrevista con John Gaffoglio, argentino residente en Estados Unidos y responsable de la empresa familiar Metalcrafters, la fábrica de concept cars más grande del mundo.
-¿Qué lo llevó a encarar una profesión tan fuera de lo común?
John Gaffoglio: En 1978, mi hijo Jorge y yo fuimos a trabajar a un taller de restauración especializado en Ferrari y Lamborghini. Los dueños quedaron impresionados con nuestro trabajo. Sin embargo, nuestra manera de hacer las cosas era muy diferente del "American way". Para hacerla corta: nos despidieron, lo que terminó siendo algo así como una señal de Dios. Tomamos conciencia de que la única forma en que podríamos trabajar a nuestra manera era abriendo nuestro propio taller.
-¿Desde cuándo comenzó a sentir esta vocación?
J.G.: Yo siempre tuve pasión por inventar cosas, por construir cosas. Pero en la Argentina no tuve demasiadas oportunidades de demostrar mis habilidades. Con mi sueño y mucha determinación decidí emigrar a Estados Unidos. Una vez establecido descubrí que mis colegas no tenían paciencias para reparar cosas. Simplemente salían y compraban un repuesto. Yo arreglo las cosas al estilo antiguo, con mis propias manos y eso me trajo muchos problemas iniciales de adaptación con mis primeros jefes. Metalcrafters se convirtió en el lugar perfecto para explayar todas mis ambiciones y deseos.
-Si tuviera que vender un producto, y ese producto fuera usted, ¿cómo se vendería?
J.G.: Siento que mi fortaleza está en mi imaginación, siempre estoy dispuesto a perseguir lo que es posible. Tengo la determinación para convertir los sueños en realidad. Presto mucha atención a los detalles y siento una pasión genuina por cada cosa que hago.
-¿Cuál fue el mayor obstáculo que tuvo en su trayectoria?
J.G.: Apenas llegamos a Estados Unidos, nuestro mayor desafío fue encontrar un nicho. Descubrimos que los tradicionales métodos de reparación que nosotros teníamos no existían en el país. Ver que los colegas tiraban piezas a la basura y que no se preocupaban por la calidad de su trabajo fue un hallazgo para nosotros. Al comienzo, me preocupaba realmente pensar que a nadie le interesaría el trabajo artesanal que nosotros podíamos ofrecer. Pero una vez que comenzamos y descubrimos este nicho, el resto fue historia.