La reglamentación de los Grupo A de rally de los ’80 y ’90 obligaba a los fabricantes a producir un mínimo de 5.000 unidades del modelo que querían usar para correr. Eso llenó el mercado internacional de una casta de deportivos compactos basados en modelos masivos, pero con tracción integral y potentes motores turbo. Uno de los ejemplares más emblemáticos fue el espectacular Ford Escort RS Cosworth de 1992. El cuatro cilindros de dos litros desarrollaba nada menos que 227 caballos de potencia. Sus prestaciones asustaban: 5,5 segundos para alcanzar los 100 km/h y 240 km/h de velocidad máxima. Una década después, el Escort Cosworth aún humillaba en prestaciones a su fallido sucesor, el Focus RS del 2003. Más allá de las cifras, el "Cossie" (como lo apodaron los ingleses) también hizo historia por su inconfundible y sobredimensionado alerón "cola de ballena".