Es el auto más extraño y fascinante que manejé en los últimos tiempos. Llega a 235 km/h, pero todavía ni me molesté en corroborarlo. Parece pensado para manejar en completo silencio a 60 km/h, como un dominguero adinerado y sofisticado que se dio el capricho de comprarse una carroza con andar de Rolls-Royce y luneta cóncava.

Después de las acrobacias que hizo Marcelo Sánchez, también demostró tener un techo bastante resistente.